Ana, la rubia peligrosa, tiene un pequeño «defecto»: va dejando inspiraciones allí por donde va. Su sutileza brilla cuando exclama: «Tengo una teoría o dos…» y, al final, hasta parece que la idea fue tuya.
Nuestras pequeñas conversaciones algunas veces versan sobre lo divino y lo humano: «¿Uno tendrá los mismos modales en la mesa que en la cama?» o «¿De dónde viene la expresión No me gusta ser el segundo plato de nadie?». Porque no nos gusta ser la segunda opción, pero no parece importarnos tanto ser el postre y eso que este suele ocupar el tercer puesto, incluso el cuarto o quinto, en un menú.
Teorías haberlas, haylas (casi todas desde una perspectiva emocional), así que he preferido indagar en el posible origen de la expresión y, fíjate por dónde, esto me ha llevado a los buenos modales en la mesa.
TU LUGAR EN LA MESA
En la Edad Media, la mesa era el lugar donde se demostraba si el caballero era tan caballero y la dama tan dama, además, en ella se reflejaba la clase social a la que pertenecías.
Y es que no hay nada como tener las necesidades básicas colmadas, entre ellas el comer, para que al ser humano le dé por complicarse la vida y pensar en metas más elevadas, es decir, en tonterías varias.
Así se impusieron normas de comportamiento en la mesa entre las clases más pudientes, quienes celebraban fastuosos banquetes y que fueron convirtiéndose en rituales con tanta regla para su organización.
La Iglesia consideraba a los banquetes inmorales. Aún así —no podía ser de otra manera—, serían los clérigos ilustrados quienes comenzaran a escribir en latín normas de comportamiento durante las comidas. Después vendrían los tratados destinados a los miembros de la sociedad cortesana.
Las reglas del decoro y de las buenas maneras se multiplicaron y complicaron, y con ellas uno se distinguía de los toscos y rudos comportamientos del pueblo llano. Este afán por destacar y quedar mejor que otros dio lugar a una rápida propagación de los buenos modales a las clases más bajas.
Como diría un tal Gastón de Tourneur, autor de La historia de la etiqueta en la mesa:
El refinamiento en la mesa es uno de los síntomas de decadencia de una nación.
SER EL SEGUNDO PLATO EN UN BANQUETE
Un buen banquete que se precie constaba de:
Mesas largas (tablas sobre caballetes), cubiertas con lienzos enormes que servían tanto de mantel como de servilleta. Y eso cuando ponían los lienzos.
Lo de la cubertería aún estaba por inventar: La historia del tenedor llegaría con el Renacimiento —por supuesto, la Iglesia lo clasificó de invento del diablo—. Cada invitado llevaba su propio cuchillo (daga o puñal), aunque lo hubiese utilizado previamente para matar a alguien; pero oye, si sirve para trinchar carne…
Estaba bien visto comer con tres dedos de cada mano, así que una de las primeras normas fue limpiarse las manos antes de comer. Lo de los tres dedos suena un poco extraño, pero se tendía a mantener el meñique limpio. ¿Ese gesto tan pijo de tener el meñique estirado? Pues para no manchártelo y poder usarlo a modo de cucharilla.
La cuchara, a pesar de ser conocida ya en el Neolítico, tenía poco uso fuera de las cocinas y era objeto casi exclusivo de los poderosos. Los platos caldosos se servían en escudillas, el antecesor del cuenco, y se bebía directamente de ellas. Eso sí, nunca con la boca llena y el morro previamente limpio. Al igual que con el vaso o jarra, lo usual era compartirlas cada dos o tres comensales:
Hubo casi ochocientos caballeros sentados a la mesa y no hubo ninguno que no tuviera dama o doncella para su escudilla.
Y sí, ahí comenzaba el romance en la mesa. Generalmente, las escudillas se compartían entre familiares, pero claro, siempre habría algún caso de «caballero busca doncella para compartir plato». Si el caballero quería llegar a buen puerto debía de ser galante: le ofrecería los mejores trozos a la dama, dejaría que bebiera ella primero de la copa…
Honra siempre a tu mujer comiendo con ella en el mismo plato e invítala a comer lo mejor, pues si es mujer de bien, te amará siempre y te apreciará más (…) Nunca comas en un mismo plato con tus hijos ni con tu sirviente, sino haz que se mantengan humildes y sometidos a ti, para que así te reverencien.
—Francesc Eixemenis: siglo XIV. Com usar bé de beure i menjar (Curial, Barcelona, 1977) cap. 36
Los alimentos sólidos, como la carne, se servían sobre una rebanada de pan viejo, también llamado tajadero o tajador. En muchas casas, estos «platos» se empapaban en grasa y se dejaban en el Plato limosnero, lo que viene a ser el segundo plato, para distribuirlos entre los pobres.
Igualmente, en las bodas se servía primero a los invitados de más alto rango; una vez satisfechos, se servía lo que quedara a esos segundos platos, es decir, a los invitados menos importantes. Normal que, desde entonces, nadie quiera ser un segundo plato.
Me ha encantado tu post. Tengo debilidad por la historia, y entradas como esta son las que me llenan, porque me aportan conocimiento.
Muchas gracias por la información 🙂
PD: lleva cuidado con Ana, que nos engatusa a todos 😀
Un abrazo.
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Muchas gracias, me alegro que te haya gustado, para eso estamos 🙂
Sí, con Ana hay que tener ojo, lo único que ella también tiene buen ojo.
Abrazo de vuelta.
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Los comedores de polenta… ese cuadro lo teníamos colgado en un restaurante que trabajé hace años.
Muy interesante tu entrada.
Cuando era pequeño me encantaba comer en casa de mis abuelos en el pueblo. Sin platos y sin vasos. Cada cual con su tenedor comía directamente de la paella,
Y se bebía agua del botijo, y los mayores el vino de la bota…
Un abrazo
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A mí me sigue gustando comer directamente de la paella y usar el pan a modo de «plato» para lo que se tercie. Por otro lado, he de reconocer que me encantaría tener la costumbre de «vestirme de etiqueta» para cenar, aunque sea para un bocata con la familia. Será mi punto decadente 🙂 .
¡Gracias por pasarte y comentar!
Abrazos
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Interesante. La iglesia siempre fue una hipocritona, he conocido muchos más curas gordo que delgados, anda que no les va una buena pitanza, en casa de mis abuelos se comía de coña, allá por los 60, no faltaba cura de rango a los banquetes, coloradotes, yo veía cómo se aflojaban el cinturón para que les entrara más mondongo) No me extraña que escribieran normas de comportamiento durante las comidas, estaban en todas.
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Oh, cuánto tiempo sin oír o leer la palabra pitanza. Y sí, nadie mejor que ellos para saber cómo comportarse en una comida, aunque luego «consejos vendo, pero para mí no tengo», como siempre.
Abrazotes
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En mi pueblo hay una «pitanza» muy buena (en todo el sentido gastronómico), si algún día andas por aquí avisa y lo compruebas (comprobamos) https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g1064058-d3410350-Reviews-La_Pitanza-Pontedeume_A_Coruna_Province_Galicia.html
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Oye, qué bonito pueblo y qué pinta más buena tiene lo que sirven ahí, ¿no?
Aviso si termino por esos lares, por supuesto, que esas cosas hay que probarlas y comprobarlas. Hay una foto de pulpo sobre pan que es… pues eso, de toma pan y moja.
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Este lugar empezó como restaurante justo cuando estalló la crisis de 2008. Carlos, el propietario, comprobó que la gente iba más a tomar la caña y de picoteo, tapas muy ricas (comer en el restaurante salía por unos 50 o 60 euros dos personas) así que reformó el local y se reconvirtió a la tapa, ampliando la oferta, todas muy ricas y la calidad por delante. Ya sabes…;)
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Es renovarse o morir y, por lo que se ve, hizo bien.
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Está a tope, fines de semana y verano (y otras fiestas de guardar…la vergüenza)
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por cierto, el pueblo es precioso, un lujo poder habitar aquí.
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Ya te digo, lo tengo en mi lista para cuando sea más pudiente 🙂
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Tengo una lista con varias cosas a la espera de lo mismo. Salud!
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Bueno, bueno, alucinada me hallo después de semejante post.
Extraordinario trabajo de investigación y reto superado con la explicación del «segundo plato»
Eres la caña!!!
Me encantan tus post que siempre me enseñan cosas nuevas pero con este, te sales.
Y no, no nos gusta nada ser el segundo plato, pero después de saber que era ese pan sobrante empapado en grasa….mucho menos. De limosna nada!!
Enhorabuena!! Corona de laurel para ti hoy!
Besos de primer plato y de postre.
PD: La próxima duda gastronómica vengo corriendo a por ti!!
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Jajaja. Gracias, gracias. Yo no lo llamaría trabajo de investigación, pero ha sido muy divertido escribir la entrada.
Soy muy panera, y lo de mojar el pan me chifla, así que lo de que me empapen el pan en lo que sea no me disgusta. Lo que no me llama es que esté requetesobao, pero eso ya es otro cantar.
¡¡Gracias por mi corona de laurel!!
Besotes de tu consultorio gastronómico 🙂
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Gracias!! Eres mi Elena Francis culinaria!! Besazos!!
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Qué interesante….Está claro que estamos hablando de una sociedad jerarquizada, cuyo ascenso social era imposible, ni en la mesa ni en ningún sitio. Menos mal que las cosas han cambiado….(menos de lo que yo quisiera), y lo de ser el segundo plato es una frase que esgrimen, en concreto, las mujeres para jactarse de su orgullo femenino. Y ahí no radica el ser más o menos mujer, ni mucho menos. Y todos hemos sido segundos platos y terceros y…¿qué más da?. Tanto institucionalismo me da hasta pereza.
Gran entrada!!!!
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¡Gracias, guapa! Y sí, aún nos queda mucho por recorrer, tal vez no haya tanta jerarquización social como en aquella época, pero seguimos sin poder pasar muchas barreras y eso que los siglos pasan.
Personalmente, no creo que lo del segundo plato lo digan solo las mujeres y por orgullo (que también).
Muchos abrazos
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Como siempre, súper interesante!!! Me encantan tus posts!!! Besitos.
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Me encanta que te pases, lo disfrutes y me saludes 🙂
Gracias y más besitos
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Dicen que el saber no ocupa lugar y que a la cama no te meterás sin saber una cosa más, muy instructivo este post además de ameno. Encantada de leerte
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¡Muchas gracias! Y menos mal que el saber no ocupa lugar, si no, poco avanzaríamos.
Encantada de que te pases por aquí.
Un abrazo
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Hola Cook,
en la Edad Media, los banquetes eran un momento esencial de la vida social de las clases elevadas. Además de lujosos y copiosos (me gustaría saber quién era el guapo que se comiera ahora esas abultadas bandejas) se amenizaban con música y toda clase de diversiones.
Un saludos y… espléndido artículo, lo disfruté y degusté con pasión. Ya sabes que el tema histórico me apasiona y permíteme felicitarte por él.
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¡Hola! Bienvenido, gracias por pasarte y por tus palabras :). La verdad es que antes comían como si no hubiese mañana y lo de amenizar con música y demás es lo que llamaban «entremés» y de ahí que llamemos a los aperitivos así. (Ea, yo aquí presumiendo de leer Google).
Un abrazo
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¡Ja, ja, ja! Síguelo haciendo, lo haces muy bien 😉
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No dejo de alucinar contigo.
Menudo post te has marcado!!
Coincido con Pablo, a mí también me gusta la novela histórica, y este post me ha encantado.
Tu forma de contarlo es tal dinámica que me ha dado pena llegar al final del texto.
Aunque el origen de la expresión sea tan poco lujurioso.. A mí me gustan todos los platos. Los primeros, segundos, terceros… Como si es un menú degustación de 69 platos…!!
Maravilloso blog tú tienes. Disfrutarlo puedo yo, al leerlo.
Mil besitos como segundo plato.
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Comentarios alucinantes tú sabes dejar (veo que empiezas a hablar como yo, joven padawan).
No creo que mi estómago pudiera con un menú de 69 platos, a menos que tuvieran el tamaño de los de la cocina molecular.
Como siempre, un placer y muchas gracias por pasarte y saludar 🙂
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69 besos en tus mil millones de moléculas!!
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En los tiempos del Imperio Romano los chicos que servian las mesas tenian el pelo largo y rizado para que los comenzales limpiaran sus manos con su pelo. Muy buena entrada
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Madre mía, menos mal que a alguien se le ocurrió usar un trozo de tela en algún momento de la historia.
Gracias por el aporte y por pasarte!
Un abrazo
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Muy buena entrada Capitán Cook!
Historia sobre historias…
Y me encantan las obras de arte que utilizas para dar mas encanto a tu gran Entrante…digo, Entrada.
Un abrazo
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Gracias, Almirante! Por tus palabras y por pasarte 😀
Abrazote
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Qué entrada tan interesante, me ha gustado un montón. Nunca viene de más aprender un poco de historia y más si está contada así.
¡Besitos!
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¡Muchas gracias! Muy feliz de que te guste 🙂
Abrazotes
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