Si te gusta lo onírico y el arte, estás de suerte. A partir del 8 de octubre, el Museo Thyssen – Bornemisza inaugura El surrealismo y el sueño. Como tesis de la exposición, la reivindicación del sueño, por parte de los principales artistas del surrealismo, como una de las vías principales de liberación de la psique. Uno de los artistas más representados será Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, más conocido —y no me extraña— como Dalí.
Este señor se lleva el premio del año en exposiciones. El Museo Reina Sofía batió records con Dalí: todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas y, ahora, el Thyssen pone como bandera de su próxima exposición uno de sus cuadros, cuyo título es tan rimbombante como el nombre del propio Dalí.

Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar (1944).
Dalí, gastrónomo surrealista
Dalí, personalidad excéntrica y polifacética donde los haya, hizo más que una leve incursión en la gastronomía. Desde niño, ya apuntaba maneras:
A los seis años quería ser cocinero. A los siete años, quería ser Napoleón. Desde entonces, mi ambición no dejó de crecer como mi delirio de grandeza.
Con esta confesión comienza el libro Les diners de Gala —Las cenas de Gala—. Recetario de lujo con recetas de chefs franceses e ilustraciones a doble página que rebosan de la característica estética del genio. Algunas me recuerdan a las obras de Arcimboldo.
Otra de sus confesiones más citadas sobre cómo la comida era una fuente de inspiración es la que explica el origen de uno de los elementos fetiche de cualquier seguidor del genio: los relojes blandos.
Podéis estar seguros de que los famosos relojes blandos no son otra cosa que el queso camembert del espacio y el tiempo, que es tierno, extravagante, solitario y paranoico-critico.

Lo que inspiró a Dalí uno de sus obras más famosas: La persistencia de la memoria (1931). Via: Diario de Marko Ramius.
Los huevos de Dalí y sus otros fetiches
Uno de los símbolos más reiterados en todo lo que Dalí hacía era el huevo. Aparecen bien claros, enormes y misteriosos, ya sean coronando el Museo Dalí en Figueres o destacando en alguno de sus cuadros más místicos. Aunque su amado Freud seguro que tendría algo que decir al respecto, la teoría es que este alimento representa la fecundidad, el espacio intrauterino y la esperanza por algo que está por nacer.
El pan fue otro elemento importante que, parece ser, simboliza la pureza, lo espiritual y lo religioso. Las razones devienen de ser uno de los alimentos más antiguos de la Humanidad, producto de la tierra y del trabajo del hombre. Pero teniendo en cuenta que Dalí siempre insistía en las analogías entre sexo y comida, el pan podría simbolizar algo más físico.
Pero si por algo sentía obsesión y fetichismo era por su mujer Gala Éluard Dalí. Y, obviamente, no podía faltar la unión de lo culinario con su musa más querida. Dalí lo resumió bastante bien cuando respondió a un periodista asombrado por uno de sus cuadros:
Me gustan las chuletas y me gusta mi mujer, no veo ninguna razón para no pintarlas juntas.
Finalmente, os aconsejaría la lectura del artículo de Carlos Iglesias sobre la cocina y la pintura de Dalí. Dado que este artículo ya no es fácilmente accesible (es decir, el link que tenía ya no sirve), os dejo el de Gourmandise, basado en el del señor Iglesias.
Genial post! Gracias por compartirlo
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Muchas gracias a ti por pasarte y comentar 😉
Abrazotes
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