
Una manzana “pudorosa” (fotografía de Chema Madoz)
– He pensado en escribir sobre la simbología de la manzana.
– ¿Cómo qué?
– Mmm… No sé… Si te fijas, en muchas mitologías la manzana siempre está dando problemas: la que armó Eva cuando se la dio a Adán, por no hablar de la que se armó en Troya por culpa de la manzana de la discordia, y uno de los trabajos de Hércules fue ir a buscar las manzanas de las Hespérides.
– ¿Por qué no hablas del plátano? También tiene mucha simbología.
– ¡Sí, hombre! ¿Te imaginas a Eva dándole un plátano a Adán?
– A quien sí me imagino es a Adán dándole uno a ella. O piensa en lo que sería del cuento de Blancanieves si la madrastra le hubiese dado un plátano o que Guillermo Tell tuviese que disparar a uno.
– Seamos serios… Tú piensa que a la manzana la conocen en el mundo entero. Por ejemplo, si cortas una por la mitad en sentido horizontal, sus pepitas forman un pentagrama. Y eso lo sabían desde los egipcios hasta los celtas. Están todas las metáforas de ella como juventud, vida…
– Sí, y en muchas culturas también es un símbolo femenino, porque si la cortas verticalmente, cada mitad recuerda a una vulva. Si vas a hablar de eso, no veo qué tiene de malo que hables del plátano.
– Y dale. Que de lo que yo quería hablar era de la simbología de la manzana. Piensa en el mito de Newton y su manzana de la gravedad.
– Te estás quedando en lo clásico. Acuérdate de Appel y que los Mac se llaman así porque hay una variedad de manzana que se llama McIntosh. ¡Ah! Y también de la Apple Records de los Beatles.
– Mmm… Uff… Creo que el tema da para más de lo que yo quería escribir.
– ¿Ves? Va a ser mejor que hables del plátano.